miércoles, 24 de noviembre de 2010

La gente sola



NACER nace dos veces. Tras un parto sin sangre ni gritos de dolor (aunque a veces sea un proceso doloroso y a veces resbale la tinta), una vez expulsado desde las entrañas más profundas del estómago, la placenta de papel (órgano efímero porque las palabras son palabras independientemente del papel) puede sostener o no las imágenes más devastadoras y las más estúpidas con igual oficio, y recibir cornadas y halagos si se tiene suerte o estar condenado a la nada peor que es la de las miradas indiferentes que no se paran, que no entienden, que no piensan por sí mismas ni por nadie y que por desgracia respiran. Como en cualquier otro parto, supone arrancarse una parte de uno mismo, expulsar un vástago, dar a luz un simbionte, dar a luz un parásito que cobre vida en los ojos propios y en los ajenos. Nace por segunda vez como en la elevatio de la vieja Roma, cuando se reconoce como propio, cuando se acepta, cuando se firma, cuando se le permite vivir. El abandono deja pocas posibilidades de supervivencia. 
Se escribe cuando se tiene algo que contar, se escribe como un oficio mecánico infame, se escribe como un producto del mercado, se escribe de verdad, se escribe por matar el rato, se escribe para rellenar los abismos de la gente sola.


Granada, otoño 2010

domingo, 24 de octubre de 2010

Alivio de luto


EXTRAÑAR: Echar de menos a alguien o algo, sentir su falta. Espejismo producido por la ausencia, inoculación espesa de los adioses. Estar de luto. Reacción química, miedo al cambio, despecho de la rutina. Daño colateral del amor, relente macilento.
Se extraña en los parques, se extraña en las estaciones, en la soledad de los prostíbulos y en las habitaciones desiertas. Se extraña en las canciones tristes de los momentos tristes. Se extraña como arrebato momentáneo y se extraña como un estado continuo. Se extraña llorando, se extraña en silencio, se extraña incluso en unos labios diferentes.
Se extraña lo que se perdió, lo que dejó huella, lo que se quiso, lo que se tuvo pero no pudo.

Extrañar a una mujer es una sensación diferente cada vez, porque se extraña mejor con el tiempo. Extrañar tiene una realidad química común: incertidumbre, ebriedad y tristeza mezclados con momentos de euforia transitorios. Quedan cosas tiradas por todas partes. En las paredes que miraban, quedan los momentos. En la calle, los besos. En alguna parte de la mirada, los añicos que dejan, como los restos devastados de un huracán, las despedidas.



Granada, otoño 2010

domingo, 19 de septiembre de 2010

Radiografía subjetiva en Wall Street (Año 2110)





EL esqueleto de Wall Street es de un amarillo sepia, vagamente recuerda al mármol y apenas se sostiene con columnas de palos de alambre, es un museo donde habitan decenas de hombres clónicos de traje corbata y maletín y agallas de tiburón en el cuello, que tenían prisa porque se les acababa el tiempo y estaban asfixiados y medio derretidos por el estrés y por la rutina, fotografiados como las estatuas de Bernini en un momento concreto y en un instante preciso, asustados, violentos, extenuados, la desesperación oculta en una mueca torcida en la boca.

Millones de visitantes viajan cada año hasta New York para observar boquiabiertos esta especie de Via Crucis del siglo XX, este páramo, esta otra Zona Cero. Es un cementerio.

Los peces gordos desayunan hombres de traje y corbata porque tienen agallas más grandes en los colmillos de las rejas de los bancos, no en la entrepierna.



Granada, otoño 2010

viernes, 10 de septiembre de 2010

Queden lejos medallas, limosna y lameculos


COMO un extraño tic autobiográfico, una terapia de choque, un deje maniático que parece ser crónico aunque a veces pasemos por crisis de pareja, llámese Guerra Fría, llámese Cese temporal de la convivencia -aunque esta vez apunte a final feliz-; como una visita al confesionario, como un paseo por la playa vacía; como una manera de huir de la asfixia de la rutina; como un secreto a voces.
Así es como ofrezco este blog, y no de otra manera.
Habrá (y no), daños colaterales
sueños decepciones color habitación 306 estructuras literatura vulgarismos artículos reflexiones guiños invierno vocación ralladas hueco al ingenio, y por obligación, al absurdo.
Queden lejos medallas, limosna y lameculos.

"Consentir que nos condecoren es reconocer al Estado o al principe el derecho de juzgarnos, ilustrarnos, etc".


Charles Baudelaire, co-fundador del club cuyo nombre toma prestado este blog.


PD: que disfruten...